Con conciencia de primera vez
Hace un tiempo estuve conversando con un amigo acerca de algunos momentos en la vida. Él me dijo que sentía que todo era lindo, al principio. Después de un tiempo, cuando algo se convertía en rutina, era simplemente más de lo mismo. Y ahí la gente se aburría, se cansaba, y ya no sentía las mismas ganas que tenía cuando las cosas comenzaban.
Fue ahí cuando recordé a mi profesora de yoga. Cada vez que nos guía hacia un nuevo asana o postura, nos pide que estemos presentes en nuestros cuerpos, que sintamos cada parte de ellos, como si estuviéramos en esa postura por primera vez. Y es asombroso, porque cuando la conciencia es plena, nos damos cuenta de que nada es igual a nada… todo momento es especial y único. Mi pierna nunca estira de la misma manera que en el encuentro anterior. A veces estoy más flexible, a veces más rígida. Hay días en que siento más energía, otros en que mi cuerpo no responde como me gustaría. Mi cuerpo físico me envía mensajes, y yo puedo decidir escucharlos o no. Si no estoy atenta, simplemente estoy en una postura extraña. Si soy una con mi respiración, mis músculos, huesos, tejidos, células, si pongo todo mi Ser en ese instante, mi cuerpo me habla y yo lo oigo.
El aburrimiento no es más que falta de atención. Es simplemente un espacio de ceguera. Como ya dijimos antes, la vida maravillosa pasando por delante de mí, por detrás de mí, por los costados, pero no EN mí. La necesidad imperiosa de estímulos diversos, provenientes del exterior, no es más que una falta de presencia en mí misma.
Si estoy atenta, puedo percibir mi respiración como si nunca antes hubiera respirado. Puedo sentir el ritmo de mi propia vida a cada instante, en cada inhalación y en cada exhalación. Puedo sentir la presencia de quienes están conmigo, y mirarlos cada día como si no los conociera, para descubrirlos y redescubrirlos. Si no lo hiciera, quizás viviría en la ilusión de que la gente es siempre la misma, que nada cambia… y sé que no es así. No solo mi hija cambia porque crece. Cambian mis alumnos, mis amigos, toda la gente con quien me encuentro cada día. Si no los mirara con atención cada vez que los encuentro, no los vería realmente. Solo percibiría el recuerdo prefabricado de quiénes son o eran.
La maravilla de re-encontrarnos, de re-percibirnos, de hacer cada día un principio me entusiasma y me alienta a disfrutar cada instante. Nunca un día es igual al anterior, aunque vaya al mismo lugar de trabajo, aunque por fuera parezca que todo es inalterable. Ninguna mirada es igual a la de ayer, ningún abrazo. La belleza de cada contacto es única. La energía y entusiasmo por cada actividad, nueva o repetida, es el ingrediente esencial para que la vida tenga un sabor, diría, sublime.
La conciencia de primera vez nos abre al asombro, a la expectativa, a las ganas de más. Es la que nos estimula a que las cosas cambien, cuando lo que percibimos no nos gusta. El darnos cuenta es el primer paso. Y para eso, debemos mirar, escuchar, sentir dónde estamos parados. Y si lo que vemos nos gusta, ese estado, precisamente, es el que hace que, paradójicamente, aunque las cosas parezcan repetirse, todo sea nuevo, fascinante, divertido. La conciencia de primera vez nos hace fluir a través de los minutos, las horas, los días.
Esa conciencia la percibimos en los ojos de las personas, en su piel, en el aire alrededor de ellos. Aire fresco, nuevo, motivador en cada momento, a cada paso, segundo tras segundo enlazado en la magia de estar vivos.
Cada inspiración requiere de una exhalación.
Soltando, permitiendo, dejando de controlar
Muchas veces nuestras mentes están demasiado llenas de palabras, de obligaciones, de situaciones negativas imaginarias. Están tan atiborradas de material de descarte, que no nos damos tiempo ni lugar para detenernos unos instantes para conectarnos con otros, con el sonido del aire, el canto de los pájaros, las imágenes que la naturaleza nos ofrece minuto a minuto.
Nos manejamos a partir de una necesidad compulsiva de hacer, de lograr, de tener todo bajo control. Despertémonos. Es hora de darnos cuenta de que eso no es posible, no podemos controlar nada de lo que sucede afuera, ni de lo que hace o piensa otra gente. No es verdad que no tengamos tiempo para detenernos, preguntarnos qué es lo que realmente queremos, y dejar que los demás hagan, piensan y sientan lo que ellos mismos elijan también.
Sí, es hora de aceptar las cosas como son, no como en conversaciones internas nos decimos que deberían ser. Nuestras parejas son como son, nuestros hijos son como son, lo que sucede es lo que sucede. Punto. Es casi demente pretender que las cosas no sean como están siendo. Por supuesto, tenemos la posibilidad de cambiar algunas cosas. Sin embargo, es esencial darnos cuenta de que lo único que podemos modificar en primer lugar es cómo nos estamos relacionando nosotros mismos con esa realidad.
Reflexión
Si deseas que algo sea diferente a lo que es,
puedes enseñarle a un gato cómo ladrar.
Puedes intentar e intentar, y al final, el gato te va a mirar y te va a decir: Miau.
No tiene sentido desear algo diferente de lo que es.
Byron Katie
La vida es hoy… Mi mantra, mi lema, mi himno
Honro la vida en cada inhalación, en plena conciencia de que no es interminable. Cada instante y decisión cuentan. No dejo para más tarde el disfrute. No espero a momentos especiales para usar mis mejores platos, mi mejor ropa, mi perfume. Cada minuto es un lujo exclusivo. Estoy en continuo movimiento, creando, sintiendo, compartiendo.
Me enfoco en lo bueno, doy aliento a otros, sonrío mucho. Como comida de verdad. La chatarra no entra dentro de la categoría de alimentos. Intento sentirme bien la mayor parte del tiempo. Me alejo de quienes solo esparcen bajas vibraciones. Regalo con amor. Compro para mí lo que me gusta. No lo dejo para “algún día”. Me enamoro de la vida a cada instante. Me levanto rápido si me caigo. Perdono si me desilusiono. Aunque no todo me sale como me gustaría, agradezco el poder estar intentándolo. Recuerdo a cada instante que las cosas no tienen por qué ser como yo pretendo que sean. Eso me libera. Si me enojo, hago algo para solucionar el problema. A veces puedo, otras no. Sé que es parte de la vida. Aprecio el sol, el aire, mi cuerpo, mi alma, mis amores, mis afectos. En mi piel siento mi vida, ESTA vida. Y cada uno de sus instantes.
Me despido por hoy,
con un muy cálido abrazo de Madre.
Laura Szmuch. Las seis inspiraciones. Gran Aldea Editores. 2013.